CULPA Y VERGÜENZA

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CULPA Y VERGÜENZA

Culpa y vergüenza son las emociones que más relacionadas están con una valoración negativa de uno/a mismo/a. Aunque a menudo una tapa a la otra, ambas son difíciles de gestionar, ya que son emociones muy tempranas con las que nos dejan solos/as y desamparados/as, con una sensación y sentimiento de que algo anda erróneo dentro de nosotros/as.

Culpa y vergüenza son las emociones que más relacionadas están con una valoración negativa de uno/a mismo/a.  Aunque a menudo una tapa a la otra, ambas son difíciles de gestionar, ya que son emociones muy tempranas con las que nos dejan solos/as y desamparados/as, con una sensación y sentimiento de que algo anda erróneo dentro de nosotros/as. 

Mientras que el sentimiento de culpa puede suponernos una deuda tan grande e irreparable que nos conecte con impotencia (y en consecuencia polarizarse en una conducta hiperresponabilidad;  o todo lo contrario, de irresponsabilidad).   La vergüenza, en cambio,  nos lleva a una necesidad de que no se nos vea, de desaparecer (el famoso “tierra trágame”) que puede llegar a lo más profundo y existencial del ser.

Aún teniendo en cuenta la parte desagrable de estos sentimientos, es importante empezar por reconocer que como todos los sentimientos y emociones, tienen su función y razón de ser, así como que no son algo a evitar ni eliminar de nuestro epertorio emocional.  Deben de existir y de hecho existe una vergüenza y una culpa que son sanas.  Cuando estas emociones tienen un sostén  son acompañadas en nuestra infancia, son un aporte importante en nuestro desarrollo. 

En el caso de la vergüenza, la vergüenza natural que debe ser respetada y se da cuando el/la niño/a empieza a querer establecer unos límites con su intimidad y búsqueda de seguridad (por ejemplo, cuando se esconden tras los padres, cierran la puerta de su habitación para cambiarse, o no quieren besar a algún familiar... ).  Si se respeta y se apoya el que conozca sus límites, será preventivo para ridículos y humillaciones.  

En el caso de la culpa sana, la identificaremos como aquella que nos muestra cuando no hemos tenido una conducta correcta y por lo tanto, el sentimiento de culpa nos indica el momento de tomar responsabilidad sobre nuestra acción y la consecuencia de las misma (por ejemplo: cuando ocasionamos un accidente de tráfico, ofendemos a alguien o similar).  No es una cuestión de si se hizo con intención de hacer daño o no, se trata de con honestidad e integridad aceptar el error y redimirlo en la medida de lo posible. De lo que en principio a partir de la culpa supondría una activación para “dis-culparse”  y restaurar el mal causado; muy frecuentemente  la cultura (moral), la religión, el sistema judicial, y algunas personas emplean la culpa para crear miedo, deuda y mal estar.  Muy a menudo se da la asociación directa de que quién hizo algo “malo” es “mala persona”, y merece castigo (más allá de la restauración del mal causado).  Esto es algo a lo que prestar mucha atención sobre todo en los/las niños/as.  No se trata de que no haya que hacerles responsables de sus actos, se trata de no hacerles sentir mal por ello.  Por ejemplo, si un niño rompe algo, no hace falta castigar, gritar, insultar, ni decirle que es malo, un desastre, un manazaso que siempre la lía; es suficiente hacerle saber que aquello no estuvo bien, que hay que respetar y cuidar todo, y ayudarle a encontrar estrategias para que no vuelva a pasar.  Por encima de todo, que quede muy claro que aunque aquello fue un error, él no tiene nada malo y se le quiere  y acepta igualmente.

Con la vergüenza, el sentimiento es mucho más profundo y ya de entrada lo que queda integrado en la persona que se avergüenza es que existe algo “malo” o “erróneo” en él o ella.  Es por ello que muchas veces, la exposición, el pedir, el ser visto/a, ya es motivo de vergüenza, y se desarrollan comportamientos evitativos como adaptación, o hay quien se escuda en la timidez.    Si ante la culpa, se toma responsabilidad, recuerdo haber oído que ante la vergüenza no se puede hacer nada porque tiene que ver con el autoconcepto y la clara identificación de que la persona tiene algo que no está bien, es errónea y no es merecedora.  Es cierto que así se siente, de hecho, existe una vergüenza existencial muy profunda que produce la sensación muy primaria de no merecer ni la vida, ni el amor.  No obstante, sí existe trabajo terapéutico a realizar con la vergüenza cuando esta daña,  y tiene que ver con un proceso integral, delicado y profundo en relación a la dignificación del propio ser.