Relación de pareja

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Relación de pareja

La relación de pareja es de lo más complejo en cuanto a relaciones humanas. En todas las parejas es habitual que se den crisis. Algunas suponen la ruptura, y otras un tránsito que supone aprendizaje y crecimiento para ambas personas.

En el siguiente escrito, haremos un rápido paso por las fases y crisis habituales en las relaciones de pareja con las claves para transitarlas, aunque transitarlas suponga la ruptura. Quiero anunciar de antemano que no se tendrá en cuenta la crisis de pareja relacionada con la creación de una familia, pues eso daría para otro escrito.

Cuando se acude a terapia de pareja, muchas veces existe el malentendido y la actitud de que hay que arreglar algo y/o que alguna de las dos personas están haciendo algo mal.  A menudo me ocurre que las parejas que vienen a hacer proceso juntas, durante las primeras sesiones tengan dos “inputs” muy habituales en las discusiones en general, y en las de pareja en concreto.  Hay una especie de dinámica que  puede verse como juego o lucha en que el fin es tener la razón y no tener la culpa, hay una intención de ser inocente (bueno/a).  Ocurre también con frecuencia, que hay una expectativa de que la persona que ejerce el papel de profesional sea una figura como la de un juez o mediador.  No se trata de eso.

En terapia de pareja (por lo menos como la enfocamos aquí),  la idea es la de aprender a verse uno/a mismo/a con aceptación y cariño, dando la misma mirada a la pareja.  Esta mirada amorosa y profunda no es fácil.  Y no es que no sea fácil en sí, simplemente, no es algo que nos hayan enseñado, con lo que el automático de lo aprendido se convierte en la parte que dirige y que no proviene de la nada, sino de una serie de experiencias previas a las que no se le puso suficiente consciencia. Iniciar una terapia de pareja, no garantiza que la pareja continúe junta, sólo garantiza que la toma de decisión de seguir como pareja o separarse, sea consciente.  Pues, como se verá más adelante, hay momentos en que lo que supone crecimiento, es precisamente la ruptura.

Al inicio de una relación de pareja,  entran en juego todas las estrategias que aprendimos (creímos) en la infancia que tenían éxito para conseguir aquello que queríamos.  Entonces, si no lo hacemos de manera consciente, lo que ocurre es que se emplean estrategias egóicas y que pertenecen al pasado. Y es cuando, muchas veces,  puede que ocurra aquello que se suele definir como “que no cuajó, a pesar de que nos gustábamos y nos llevábamos bien”.  O puede que, los patrones de uno/a encajen con los patrones del/la otro/a, entonces, se supera esa primera fase.

Lo siguiente,  lo que comúnmente se denomina “enamoramiento” (aunque no me agrada esta palabra).  Es esa etapa poco consciente en la que se dan una serie de sensaciones que avivan nuestro alma como las famosas “mariposas en el estómago”, el pensar en la otra persona, tener ganas de saber de la otra persona y hacer planes, etc.  Aquí, se empieza a dar una especie de fusión,  ya que, al compartir con la otra persona se segregan una serie de hormonas que aportan sensación de bienestar y felicidad.  No nos damos cuenta de que en muchas ocasiones estamos proyectando o realizando una transferencia, y no estamos viendo realmente a la otra persona tal y como es, e incluso puede que nosotros/as mismos/as no nos estemos mostrando como verdaderamente somos.  Entonces está el riesgo de idelizar a la otra persona o de que nos idealicen, lo que supone una creación de expectativas que difícilmente se van a cumplir, pues raramente (por no decir nunca) las situaciones resultan exactamente como imaginamos.  Aunque en ocasiones resulte una agradable sorpresa, en muchas otras, lleva a la decepción y el malestar. 

Los estudios sitúan entre los 18 y 36 meses el momento de tránsito a la siguiente fase. Es ese moemto en que “parece que no se sentimos lo mismo”.  Puede que la intensidad ya no sea la misma y es el momento de atender a los verdaderos sentimientos y la realidad de la relación de pareja desde mi verdadero yo y tu verdadero tu.  Desde esa visión y trabajo sagrado de la relación de pareja, se puede continuar indefinidamente, aprendiendo a superar otros momentos de crisis y aceptando que todo es efímero y el cambio es contínuo.

Con el largo paso de los años y el entrar en una rutina que puede resultar aburrida.  Es un momento para dedicar aún más tiempo a la pareja y seguir descubriéndose.  Cada uno/a de nosotros/as somos seres complejos e increíblemente interesantes.  Somos, literalemente, todo un universo a conocer.  Ahí, en el seguir descubriendo y experimentando, en la creatividad y el encontrar momentos sagrados para la pareja, es donde se puede dar lugar a que la pareja se mantenga, no por la mera idea de que hay que seguir juntos hasta el final sino porque de verdad se siente que es la persona para ello. 

A veces, sin embargo, durante esta etapa, una de las dos personas de la pareja encuentra a una tercera; y es el fin de la pareja.  También puede que la pareja descrubra que lo que creían sentir eran producto del anhelo y el deseo, y finaliza la relación.  Y  otras veces, se descubre una dinámica rígida en la que si las dos personas no ponen conciencia para salir de ello, pueden quedarse en un círculo vicioso en el que hay algún tipo  de violencia o abuso, en que hay dolor y sufrimiento... entonces, también es el momento de la separación.

La separación, es importante incluirla como parte de la relación.  Esta marca tanto o más que el resto de la relación.  Es por eso, que un proceso de separación compartido en terapia favorece la aceptación el mismo y el aprendizaje para poder proseguir con la vida y encontrar otra relación de pareja que resulte satisfactoria sin quedarnos en el repetir la misma historia con diferentes personas una y otra vez.